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Por: Viviana Lucía Gómez
Psicóloga
En la actualidad es cada vez más frecuente encontrar en los niños hábitos poco
saludables en cuanto a la alimentación, el sueño, la salud y el estudio, problemas de
agresividad, ansiedad, déficit de atención, hiperactividad, miedos, fobias, abuso en el uso de la televisión y los videojuegos, problemas de aprendizaje, aislamiento social, desobediencia y comportamientos desadaptativos a nivel general.
Ante estas situaciones y la preocupación que sabemos, nos provoca como madres; brindaremos la información necesaria para identificar y manejar estas problemáticas oportunamente, con el fin de minimizar al máximo las consecuencias que acarrearían no solo en nuestro niño sino en todos como unidad familiar y en su grupo escolar.
En esta oportunidad hablaremos de la amistad.
A medida que los niños crecen, surgen en ellos la autonomía y por tanto empiezan a volverse más independientes de sus padres; empiezan a querer elegir su ropa, vestirse solos, marcar su propio estilo con guantes, sombreros, cintas, etc. Nosotros debemos permitirles que lo hagan, aunque los resultados a nuestro parecer no sean perfectos ellos se sentirán capaces de realizar aquellas cosas que solo podían hacer sus padres o cuidadores, por tanto se sentirán libres y capaces, seguros de las habilidades que poseen para realizar con éxito nuevas actividades.
Esta seguridad constituye la base fundamental en el momento en que el niño comienza a interactuar en espacios diferentes a su hogar, por ejemplo su jardín, en el cual come por sí solo, explora un nuevo territorio y juega con otros niños de su misma edad (sus pares); es en este instante en el que los niños establecen amistades con otros niños y son influenciados por ellos.
Las personas más importantes para el niño son sus padres, ya que ellos son su modelo, su guía, son las personas que le han enseñado aquello que está permitido y lo que no, son quienes han reforzado sus pequeños logros y quienes han corregido sus desaciertos; durante la niñez temprana (3-6 años) surge un nuevo escenario, las relaciones con los hermanos y compañeros de juego tienen mayor importancia, porque desde el desarrollo del género hasta el comportamiento prosocial o agresivo se forma a partir de la interacción con otros niños. El menor se compara y compite con sus pares, de esta manera comprueba sus habilidades físicas, sociales, cognitivas y lingüísticas y obtiene así un sentido más realista de sí mismo.
Cuando el niño tiene un hermano la interacción con pares surge desde una edad temprana, ya que en casa jugará con él y al llegar al jardín se sentirá más familiarizado con actividades de juego compartido; por el contrario, cuando el niño es hijo único debe tenerse en cuenta que las exigencias de compartir, respetar el turno y escuchar
a otro son completamente nuevas para él.
Durante la niñez temprana (3-6 años) surge un nuevo escenario,
las relaciones con los hermanos y compañeros de juego tienen cada vez mayor
importancia, porque desde el desarrollo del género hasta el comportamiento
prosocial o agresivo se forma a partir de la interacción con otros niños.
Teniendo en cuenta lo anterior es necesario mostrarle al hijo único:
En niños con hermanos es común que se presenten disputas, éstas se deben en su mayoría a los derechos de propiedad, los niños suelen pelear porque su hermano ha tomado un juguete que no es de él. Estas riñas deben ser consideradas oportunidades para que los niños aprendan a experimentar principios morales como la justicia; si el juguete se encontraba en un rincón y su hermano se interesó en él, aunque no sea suyo él tiene la prioridad para usarlo. En este proceso de aprendizaje social es importante la supervisión permanente de un adulto que enseñe a los niños una toma de decisión justa.
Un niño de 4 años suele tener muchos amigos, su comportamiento es muy social y gracias a ello interactúa libremente con la mayoría de su grupo escolar y en ese momento solo unos pocos no son considerados sus amigos; con el transcurso del tiempo las amistades se hacen más intensas, hacia los 6-7 años los niños exigen
más de sus amigos, cambian amigos con menos frecuencia, se vuelven más selectivos, tienden a elegir amigos cuyos gustos, intereses y valores sean más afines con los propios.
En un niño de 10 años es común encontrar que sólo cuenta con uno o dos amigos y la lealtad hacia él o ellos es muy fuerte, esta tendencia hacia menos amigos pero más íntimos es evidente entre las niñas. Mientras los varones utilizan su pertenencia al grupo para satisfacer su necesidad de reconocimiento y autoestima, las niñas forman redes más pequeñas e íntimas en las que su preocupación se enfoca exclusivamente hacia la posibilidad de ser excluidas de ese pequeño grupo.
Cuando se aborda el tema de la amistad en nuestros niños es clave hacer énfasis en la importancia que tiene el establecer una buena comunicación en el hogar, el niño siempre tendrá dudas y querrá saber si lo que hizo él o su amigo estuvo bien o no, por eso debemos permitirle nos comparta sus experiencias y a manera de dialogo y de forma positiva felicitar sus aciertos y hacerle ver sin reproches aquellas cosas que pudo hacer mejor; si sus errores fueron muy graves se le debe demostrar la necesidad de corregirlos en pro de una convivencia armoniosa no solo con su grupo de
amigos sino con su grupo escolar.
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